ALERTA PICHIKECHE!!!
viernes 05 de agosto 2011
viernes 05 de agosto 2011
En medio del caos por represión en Chile:
Por Comunicaciones ANIDE
Violentando propiedad privada sin autorización judicial, un contingente de Fuerzas Especiales de Carabineros, la policía uniformada chilena persiguió a Carlos Muñoz Reyes, Vocero Nacional de la Red de ONGs de Infancia y Juventud de Chile, y Ana Cortez Salas, de Fundación ANIDE, quienes lograron refugiarse del sospechoso ataque policial.
La noche del jueves 04 de agosto, el vocero de ROIJ-Chile y la coordinadora del programa de restitución de derechos de la niñez mapuche víctima de violencia policial Pichikeche, sufrieron un ataque que presumen podría ser “un intento de amedrentamiento aprovechando la jornada de protesta nacional por la educación”, en presencia de unos diez vecinos de su edificio ubicado en el centro de la capital chilena.
Los hechos sucedieron cerca de las ocho de la noche en las inmediaciones calle Curicó con Vicuña Mackenna, cuando una micro de Fuerzas Especiales de Carabineros (GOPE), llegó contra el tránsito y se estacionó frente al edificio donde viven ambos defensores de la niñez mapuche.
“Habíamos salido a constatar la fuerte represión policial que se ejerció durante el día contra los jóvenes que intentaban protestar por un cambio estructural en el sistema educativo chileno, y luego de conversar con unos vecinos, llegó este contingente de la policía militarizada”, indicó Carlos Muñoz, quien señaló que luego de eso entraron a su edificio, y fueron perseguidos por el piquete policial, quienes rompiendo puertas y citófonos, ingresaron sin orden judicial al recinto privado.
“En medio de los gritos de los vecinos que pedía que nadie abrieran las puertas, cada uno corrió a refugiarse a su departamento. Los Carabineros estuvieron más de 10 minutos pateando y golpeando la puerta de mi departamento y de mi vecino, finalmente lograron derribar a patadas la puerta de mi vecino, quien felizmente no se encontraba”, relató Ana Cortez.
Francisca Vera, quien fue testigo del episodio, señaló que “todos los vecinos estaban horrorizados, impactados y angustiados por la violencia”
Tanto Carlos Muñoz como Ana Cortez, han trabajado los últimos años denunciando la violencia física y psicológica perpetrada por Policía de Investigaciones PDI y Carabineros de Chile, contra niños, niñas y adolescentes mapuche de las comunidades movilizadas por la reivindicación de sus derechos políticos y territoriales. Y en marzo pasado llegaron a exponer esta grave situación de violencia desde instituciones estatales contra la niñez mapuche en una audiencia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH.
Fundación ANIDE por su parte, hizo un llamado a las organizaciones de Derechos Humanos en Chile y el mundo a denunciar estos graves hechos y estar atentos a los acontecimientos en su país, ya que esta agresión de parte de las fuerzas policiales está al margen de la ley y atenta contra los Derechos Humanos.
“Nosotros hemos denunciado en reiteradas ocasiones que este gobierno, ha re legitimado la represión como herramienta de control de la protesta social, semejante a lo que lamentablemente vivimos durante la dictadura de Pinochet”, sostuvo José Horacio Wood, director ejecutivo de Fundación Anide. “Pasa con el pueblo mapuche, contra los niños y niñas mapuche, también lo vemos con los estudiantes y ahora con los defensores de derechos humanos. Esto es impresentable”, enfatizó. (FIN/Pichikeche/2011)
Fundación de Apoyo a la Niñez y sus Derechos ANIDE
Teléfono: (056-2) 555 6370 Celular (056-2) 9-848 4658.
Correo-e: comunicaciones@anide.cl
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11 de agosto de 2011
Relato sobre violencia policial en Chile
Estimados/as
Hace unos días difundimos una nota sobre el ataque que sufrimos un grupo de vecinos y vecinas en el marco de las protestas que se están realizando masivamente en Santiago por una educación pública, gratuita y de calidad.
Debido a la violencia absolutamente gratuita de la cual fuimos víctimas, personalmente llegué a pensar en algún momento que se trataba de un ataque personal, debido a mi trabajo de denuncia sobre violencia institucional hacia la niñez mapuche en Chile. Es decir, un ataque a defensores de derechos humanos.
Sin embargo, hoy a la luz de todos los hechos de violencia constatados a través de los medios de comunicación, me queda claro que fuimos tan sólo unas víctimas más de lo que ocurrió esa noche, y de lo que ha estado ocurriendo en los últimos meses en todo el país.
En esta ocasión, quiero compartir con ustedes el relato de los hechos que hizo una amiga que se encontraba conmigo al momento de los hechos y cuya identidad mentendré en reserva.
A quienes más me conocen y me quieren les cuento que estoy bien. Fue un gran susto, pero fue eso.
Y dense el tiempo de leer este relato. Realemente fue horrible.
Un abrazo a todos/as
Ana Cortez Salas
Mi nombre es Ana Cortez Salas, soy antropóloga de profesión y les escribo para denunciar la violencia policial de la que fui víctima en mi propio hogar el pasado 4 de agosto a eso de las 20:00 hrs, en el marco de las protestas estudiantiles por una educación gratuita y de calidad.
Francisca, Carlos y yo conversábamos amenamente en las inmediaciones de Calle Curicó con Vicuña Mackenna, lugar donde se encuentra el edificio donde vivo. Desde temprano pudimos observar desde esa esquina como Carabineros de Chile dispersaba a los y las estudiantes que demandan el fin al lucro en la educación.
A eso de las 20:00 horas el tránsito se había normalizado y sólo quedábamos nosotros tres en esa esquina, más algunos vecinos y vecinas del edificio donde vivo. De repente, entró por Calle Curicó una micro de Carabineros en contra del tránsito, se detuvo justo frente a este grupo de vecinos y vecinas, y varios efectivos corrieron en actitud amenazante hacia nosotros.
Como comprendimos inmediatamente que querían tomarnos detenidos, nos refugiamos en nuestro edificio. Pero Carabineros no se detuvo ahí: procedieron a romper todos los citófonos del edificio, patearon la puerta de entrada, luego entraron al edificio y trataron de derribar a patadas la puerta de mi departamento y la de mi vecino por más de 10 minutos. Sólo se detuvieron cuando lograron descerrajar de cuajo la puerta de mi vecino, quien felizmente no se encontraba en su hogar.
Les pido encarecidamente que se detengan a leer el relato de los hechos que hace Francisca. Es sólo un botón de muestra de lo que ocurrió esa noche, sin lugar a dudas muchos de ustedes también sufrieron la brutal violencia policial. Queda claro sí con este y otros hechos que el derecho a demandar a través de la protesta social lo que creemos es justo se acabó en Chile.
Ana Cortez Salas
ATACADOS POR CARABINEROS
Jueves 04 de Agosto, 2011
El día jueves pasé a ver a una amiga que vive cerca de la plaza Italia después del trabajo.
El día jueves pasé a ver a una amiga que vive cerca de la plaza Italia después del trabajo.
La idea era acompañar un ratito a los estudiantes en su marcha no autorizada y luego devolvernos por un té o un café para conversar de los miles de temas que nos pertenecen y que no tienen que ver necesariamente con la contingencia del día jueves 04 de agosto.
Cuando llegué a la casa de mi amiga, pasadas las 18:30 hrs. se vio que era muy difícil que pudiéramos acompañar a nadie en ninguna marcha ya que la policía y las fuerzas especiales habían iniciado desde muy temprano una labor de dispersión bastante impresionante. A eso de las 18:30 hrs. la calle olía a lacrimógena y frente a la casa de mi amiga, cuyo departamento está en un edificio en plena esquina de calle Curicó, se podía apreciar a los muchos estudiantes y adultos que en calidad de apoderados huían después de haber intentado marchar por la Alameda.
Estuvimos mucho rato mirando que pasaba, en una actitud completamente contemplativa. A un par de esquinas de donde estábamos nosotras, se divisaba una barricada y un poco más allá sendas micros verdes de donde bajaban y bajaban contingentes policiales durante todo el rato que estuvimos mirando. Un par de veces en que vimos que la cosa se ponía muy álgida nos entrabamos al edificio, sobre todo para evitar que nos llegara alguna piedra, proyectil de cualquier tipo, en fin.
El ambiente por mientras era de caceroleo anticipado y de pitos y bocinazos provenientes de los departamentos de los edificios vecinos y de los pocos automóviles que se atrevían a circular. En eso estábamos las antropólogas, haciendo una observación que podríamos decir que es propia del trabajo etnográfico, sacándole el rollo a los pacos, a los jóvenes y niños de edades fluctuantes, mientras sobrevolaban los helicópteros, sonaban las ambulancias y las cucas, cuando de repente apareció de la nada y contra el tránsito una micro de fuerzas especiales enorme que se estacionó frente a nosotras. No quiero exagerar, pero la imagen fue digna de cualquier libro de Tolkien, era un contingente de tipos del GOPE parecidos a los orcos, envueltos en cascos y escudos, con tamaño de gorila y con actitud y gesto muy beligerante y amedrentador. Éramos unas 8 personas las que estábamos en esa esquina, todas del edificio de mi amiga, quienes los quedamos mirando.
De pronto nos dimos cuenta que se bajaban y que venían hacia nosotros, entonces de forma espontánea nos replegamos, nos entramos al edificio y cerramos la puerta metálica que comunica con la calle. Mi amiga intuitivamente corrió a su departamento que está en el 1º piso y comenzó a abrirlo ya que estaba con llave. Yo, por mientras, me quedé cerca de la entrada, a la subida de la escalera, mirando hacia afuera por una columna vidriada muy angosta que era parte de la puerta metálica, de la cual estaba a unos tres metros, para ver qué pasaba y cómo se iban. Creí que el grupo del GOPE, al ver que éramos residentes de uno de los tantos edificios del centro de Santiago y que estábamos en un espacio privado al cual no es posible ingresar por la fuerza de ningún tipo, porque además la ley no lo permite, se iría. Cuál no sería mi sorpresa cuando me doy cuenta que en vez de irse comenzaron a arremeter a golpes de puño y patadas a la puerta que tenía a tres metros de mí. A esas alturas mi amiga gritaba porque nos entráramos cuanto antes a su casa, a lo que yo hice caso inmediatamente. Estábamos entrándonos a su departamento cuando el GOPE logró entrar al edificio, logrando nosotras cerrar la puerta del departamento y poner llave casi en sus narices. Lo que vino después fue horrible, comenzaron a patear y a golpear la puerta nuestra y la del vecino del frente. Por mientras nosotras, atónitas, no sabíamos que hacer. Yo personalmente, después de constatar en fracción de segundos que no teníamos por donde huir ya que estábamos en un espacio absolutamente encerrado, entré en un estado de perplejidad a la espera de que entraran en cualquier momento para llevarnos del pelo o de no sé dónde. Después de 8 o 10 minutos de patadas y golpes en la puerta se hizo un silencio. No sé cuanto rato pasaría antes de que volviéramos nuevamente a sentir voces en el pasillo, si fueron 5, 10 o 15 minutos ya que estábamos impresionadas.
Cuando salimos constatamos, junto al grupo de vecinos que habían arrancado igual que nosotros a sus departamentos, que todos los citófonos del edificio habían sido completamente destruidos y que la puerta de la casa del vecino, donde felizmente no había nadie, había sido descerrajada y abierta por los golpes.
Los ahí presentes grabaron y fotografiaron las evidencias de los destrozos producidos por quienes algunos llaman “carabineros” pero que en realidad era más propio del paso de un grupo de forajidos y delincuentes que de quienes se supone que deben resguardar el orden público y la integridad de los ciudadanos y ciudadanas de este país. Cuando llegaron los dueños del departamento descerrajado y luego de ser informados de lo que había sucedido con su casa por sus vecinos, fueron a poner una denuncia a la comisaría más cercana, la que el personal de turno no quiso recibir.
Cuando llegué a la casa de mi amiga, pasadas las 18:30 hrs. se vio que era muy difícil que pudiéramos acompañar a nadie en ninguna marcha ya que la policía y las fuerzas especiales habían iniciado desde muy temprano una labor de dispersión bastante impresionante. A eso de las 18:30 hrs. la calle olía a lacrimógena y frente a la casa de mi amiga, cuyo departamento está en un edificio en plena esquina de calle Curicó, se podía apreciar a los muchos estudiantes y adultos que en calidad de apoderados huían después de haber intentado marchar por la Alameda.
Estuvimos mucho rato mirando que pasaba, en una actitud completamente contemplativa. A un par de esquinas de donde estábamos nosotras, se divisaba una barricada y un poco más allá sendas micros verdes de donde bajaban y bajaban contingentes policiales durante todo el rato que estuvimos mirando. Un par de veces en que vimos que la cosa se ponía muy álgida nos entrabamos al edificio, sobre todo para evitar que nos llegara alguna piedra, proyectil de cualquier tipo, en fin.
El ambiente por mientras era de caceroleo anticipado y de pitos y bocinazos provenientes de los departamentos de los edificios vecinos y de los pocos automóviles que se atrevían a circular. En eso estábamos las antropólogas, haciendo una observación que podríamos decir que es propia del trabajo etnográfico, sacándole el rollo a los pacos, a los jóvenes y niños de edades fluctuantes, mientras sobrevolaban los helicópteros, sonaban las ambulancias y las cucas, cuando de repente apareció de la nada y contra el tránsito una micro de fuerzas especiales enorme que se estacionó frente a nosotras. No quiero exagerar, pero la imagen fue digna de cualquier libro de Tolkien, era un contingente de tipos del GOPE parecidos a los orcos, envueltos en cascos y escudos, con tamaño de gorila y con actitud y gesto muy beligerante y amedrentador. Éramos unas 8 personas las que estábamos en esa esquina, todas del edificio de mi amiga, quienes los quedamos mirando.
De pronto nos dimos cuenta que se bajaban y que venían hacia nosotros, entonces de forma espontánea nos replegamos, nos entramos al edificio y cerramos la puerta metálica que comunica con la calle. Mi amiga intuitivamente corrió a su departamento que está en el 1º piso y comenzó a abrirlo ya que estaba con llave. Yo, por mientras, me quedé cerca de la entrada, a la subida de la escalera, mirando hacia afuera por una columna vidriada muy angosta que era parte de la puerta metálica, de la cual estaba a unos tres metros, para ver qué pasaba y cómo se iban. Creí que el grupo del GOPE, al ver que éramos residentes de uno de los tantos edificios del centro de Santiago y que estábamos en un espacio privado al cual no es posible ingresar por la fuerza de ningún tipo, porque además la ley no lo permite, se iría. Cuál no sería mi sorpresa cuando me doy cuenta que en vez de irse comenzaron a arremeter a golpes de puño y patadas a la puerta que tenía a tres metros de mí. A esas alturas mi amiga gritaba porque nos entráramos cuanto antes a su casa, a lo que yo hice caso inmediatamente. Estábamos entrándonos a su departamento cuando el GOPE logró entrar al edificio, logrando nosotras cerrar la puerta del departamento y poner llave casi en sus narices. Lo que vino después fue horrible, comenzaron a patear y a golpear la puerta nuestra y la del vecino del frente. Por mientras nosotras, atónitas, no sabíamos que hacer. Yo personalmente, después de constatar en fracción de segundos que no teníamos por donde huir ya que estábamos en un espacio absolutamente encerrado, entré en un estado de perplejidad a la espera de que entraran en cualquier momento para llevarnos del pelo o de no sé dónde. Después de 8 o 10 minutos de patadas y golpes en la puerta se hizo un silencio. No sé cuanto rato pasaría antes de que volviéramos nuevamente a sentir voces en el pasillo, si fueron 5, 10 o 15 minutos ya que estábamos impresionadas.
Cuando salimos constatamos, junto al grupo de vecinos que habían arrancado igual que nosotros a sus departamentos, que todos los citófonos del edificio habían sido completamente destruidos y que la puerta de la casa del vecino, donde felizmente no había nadie, había sido descerrajada y abierta por los golpes.
En este poco tiempo que ha pasado entre el jueves en la noche y hoy día sábado he estado pensando en todo esto bastante, hasta que hoy día al medio día leí una columna en el Mostrador de Patricia Politzer, quien dice que, a pesar de los disturbios y de la represión del jueves, no se puede hacer la comparación con los hechos acontecidos durante la dictadura y que, además, debemos valorar y proteger esta democracia - lo que me parece fuerte-.
Hasta aquí había permanecido tranquila, sin embargo, después de haber vivido lo vivido el día jueves y luego leer este tipo de opiniones me siento transgredida ¿Qué tipo de democracia es aquella en que la gente no solo no puede marchar libremente por las calles, sino que además cuenta con una policía que amedrenta y amenaza tan violentamente a quienes somos los ciudadanos de este país? ¿Qué tipo de democracia es aquella en que las fuerzas especiales entran a los espacios privados destruyéndoles y luego las instituciones no son capaces de hacerse cargo de sus actos ni siquiera recibiendo las denuncias?
Todo lo anterior lo comparto porque siento que es importante, porque me imagino que hay miles de historias como la mía que sucedieron este jueves 04 de agosto, y que, por lo tanto, no tengo la exclusividad de haber estado en un hecho de violencia. También comparto esta historia porque quisiera que todas las personas que van a leer esto sepan que las quiero mucho, que no me gustó la dictadura –obvio-, ni me gusta este modelo económico y porque tengo fe y esperanza en que mi hijo los hijos e hijas de ustedes luego y los nietos y los hijos de nuestros nietos, van a poder encontrarse con un modelo económico y político y una sociedad diferente. Pero porque además, para que todo esto cambie, nosotros, desde donde estemos y como podamos, tenemos que aparecer y hacernos presentes, respetando nuestras diferencias por supuesto ya que somos seres humanos. Cada uno y una sabrá cómo puede hacerlo.
Un abrazo.
Francisca Vera Vivanco.
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